viernes, 31 de diciembre de 2010

Otra oportunidad






Que relativo es el concepto de tiempo, dependiendo del espacio. La velocidad de la luz a la que marcha la nave se antoja un viaje crucero, una vez fuera de la orbita terrestre.


La angustia se anuda en el  pecho del piloto mientras observa, impotente, los graves acontecimientos que se ciernen sobre su planeta. La visión desde esa distancia es perfecta, y sus ojos esgrimen destellos de horror contemplando como, lentamente, la tierra se va tiñendo de azul. Los peores augurios eran ciertos, y los océanos, crecidos por el deshielo de los polos, engullen las diminutas manchas marrones de los continentes, eliminando a su paso toda vida y civilización existente, en esta enésima Apocalipsis.



Una lágrima licúa en su rostro todo el horror del momento, cuando, de repente, un picotazo en la mano lo saca, sobresaltado, de su ensimismamiento.


- ¡Eh! ¡Que coño…!


- Tranquilo, es una gallina- Dice la copiloto, que a su vez trata de desembarazarse de un chimpancé que, aferrado a su pierna, se masturba.


- ¡Quita! ¡Mono asqueroso! Las jaulas, creo que se han abierto las jaulas…


- Joder. Lo que faltaba. ¡Quieta!... Puta gallina.


La cabina de control es un caos. Un par de chuchos ladran mientras una vaca hace acto de presencia, tranquila ella.


- ¡Comandante Noe! Las jaulas se han abierto, señor.


El comandante despierta, perezoso y malhumorado, de su siesta.


- Uhm. Ya va. Ya. Vaya jaleo. ¡Vamos, bichos, adentro! Ay, Señor, Señor.




jueves, 30 de diciembre de 2010

Carta cobarde


Tanto tiempo ha pasado ya, cinco años, creo, que no se ni como llamarte;
¿Amiga, compañera, amante…? Tampoco esta muy claro lo que fuimos, ¿verdad?.
Algo hermoso, en cualquier caso.


Si, siempre juntos. Cuando salíamos, inseparables. Fuese con amigos, fuese solos.
 Nos reíamos y disfrutábamos como íntimos, si discutía con alguien, tú a mi lado, si conocíamos gente era a la par. Casi parecíamos hermanos. Pero luego, en casa, cuando yo te besaba en silencio, mirándote, me fundía en placer, y te amaba, hasta que ya, exhausto, terminabas acunando mis sueños.


También, en las horas bajas, hemos llorado mucho, y has estado ahí, en todas mis depresiones, en mis muertes. En mis locuras y soledades, fiel, dándome tu espíritu, llenando el vacio de mi vida y de mi esencia.
Aun así te deje. Tanto dependía de ti, que se me olvido ser hombre. Había perdido mi persona. La necesidad constante de tu apoyo menguo mi ser, mi libertad, y busque encontrarme de nuevo, sin ti, sin nadie, como volviendo a nacer.



Ahora, a veces te veo de lejos, y temo saludarte. Perdóname, ya se que no me vas a comer, ni a reprochar nada, te conozco. Pero entiéndeme, estoy casado y tengo una familia a la que amo. Se sobradamente que te deje amándote aun, y tengo miedo, pues la chispa podría surgir de nuevo.


.
Por eso disculpa, querida amiga, si miro de reojo, con cierto recelo al verte en otros labios. Quizás sean los celos. Quizás el recuerdo, no lo se. O tal vez las ganas de besarte otra vez, después de tanto tiempo. Por eso, te mando desde aquí el beso, bien lejos, pues aunque soy feliz sin ti, querida botella, aun te recuerdo.


Tu infiel amante que no te olvida.



martes, 28 de diciembre de 2010

Monólogo perruno (fábula)



- Y dale con el palito...hay que joderse. Lo tira, se lo traigo, y lo vuelve a tirar. Ya van lo menos veinte veces. Pues nada, a seguir. Comprendo que necesita ejercicio, y jugar un poco ¡pero coño, un poco de imaginación al asunto, majete! Bueno, habrá que fingir un rato más.

Hala, se acabó. Me lo se de memoria, ahora paradita en el bar. Ya ves, tanto ejercicio para inflarse a cañas a los diez minutos, el flipao este. A mi plin, él y su rollo.

 ¡Eso es, di que si!... yo atado al arbolito, y tú para dentro, chavalote. Esto si que mola. A los diez minutos me pongo a ladrar, como si me jodiese estar aquí, y el muy cretino va y se lo cree. ¿Qué es lo que hace?, pues actuar como todos los humanos. ¡ Joder al personal! Basta que yo me ponga ansioso, para que el muy chulo de mierda se pida otra cerveza, juas… ¡Pero si es lo que quiero, gilipollas! Pues no estoy yo a gusto aquí ni na’, al solecito, mirando las chuchas pasar, tonto de los cojones. Además, cuanto más se entoligue, antes se duerme luego la siesta. Así no da por culo.


Bueno, lo dicho. Ya estamos en queli, y este medio morao, como os dije. Yo a mi rollo, la misma mierda de comida de siempre. Puto pienso de los cojones. Al menos a mi viejo le daban las sobras, joder. Puag… me voy a ver la tele, un rato, al salón. Este cerdo ya esta roncando.

Vale, de puta madre, al menos esta puesta la calefacción. En fin, otro día más. Perra vida. Al que me gustaría encontrarme un día es al notas ese que dijo lo de que el perro es el mejor amigo del hombre, para cagarme en su puta madre.



Moraleja;

El mejor amigo del hombre no es nadie. Somos unos egocéntricos de mierda







lunes, 27 de diciembre de 2010

Cena de navidad



Silvia esta nerviosa. A pesar de la edad, se mueve con especial soltura esa noche. Mientras coloca la vajilla en el salón, controla a la vez el tiempo que el pavo lleva en el horno, para que este en su punto. Dorado por fuera y jugoso por dentro, como a ellos les gusta.


 Los detalles requieren más paciencia. Ahí esta Miguel, que mientras se atusa pensativo su bigote cano, elige los vinos. Blanco rueda para abrir boca con los entrantes, y un rioja no muy añejo para el pavo, no vaya a ser que mate el sabor si tiene mucho cuerpo. Los licores de los postres ya están escogidos y fuera del mueble bar y el cava, de San Sadurni da noia, por supuesto, refrescándose en hielo, nunca en la nevera.


Miguel es metódico y tranquilo, tirando a frío, pero un leve brillo en sus ojos delatan que también para él es especial esa cena.


Mientras Silvia pone los cubiertos, sus miradas se cruzan por un instante. Tan solo se sonríen, sin hablar, en un claro mensaje de transmitirse calma. Calma y cariño.


Ella sigue con lo suyo, silenciosa y casi ausente. Piensa en sus chicos. Tanto tiempo sin verlos. Raúl debe seguir igual, hecho un golfo. Pero es tan bueno, que como no quererle. Además, en el trabajo le aprecian, y ya le dijo por teléfono que anda con una nueva chica, más en serio. Y Paula. ¡Hay, su Paula! Que noticia el otro día, cuando le contó que lo habían conseguido. Parece ser que esta vez al fin quedó embarazada. Imagínate. Ella, abuela con cincuenta años.


El impertinente timbre de la puerta rompe bruscamente sus imágenes, y el corazón, sobresaltado, la saca de su ensimismamiento.

- Ya están aquí, Silvia. Date prisa, yo bajo a abrir.

La mujer se coloca rápidamente el pelo y estira su falda con la palma de las manos. Ya se oyen las voces subir por la escalera. La puerta se abre, y entra la señora, seguida de su esposo;


- Bueno, ya estamos aquí. Buenas noches Silvia. A ver…huy, que buena pinta tiene todo. Pasar, chicos, la cena esta servida. Gracias, Silvia, puede retirarse. Ah, y feliz navidad.


Miguel observa a Silvia, mientras comen en la cocina. La conoce bien, y sabe de sobra que la nostalgia la tortura especialmente esa noche. Haciendo un esfuerzo, inicia conversación;

- Dime, Silvia ¿Hablaste hoy con tus hijos?

- No, Miguel, no pude. Vera, mañana los llamo, es mas barato, que es fiesta.


Lluvia

Lluvia


La muchacha cierra sus enormes ojos ante la inminente tromba que se avecina.
Si, necesita concentrarse. Va a llover, por fin, en esa pequeña ciudad del desierto, donde nunca ocurre nada.

“…ya comienza, oigo a la gente gritar, alborozada. Me oprime el corazón, debido a esta  espera, angustiosa y densa. ¡Llueve ya! Solo es lluvia, eso creo ¿por qué temo?...si, noto como golpea mi cabeza, y mi rostro, pero siento dolor… ¿y si abro los ojos?..No, debo sentirla así, yo la invoqué, y mía es…fruto de mi amor y mis deseos, de buscar lo imposible, quizás…no lo se, pero ya llueve
.
El agua me resbala por la frente, esta caliente, y al llegar a mi boca sabe a sal. Si, sabe a sangre, pero es agua, y fluye abundante por mi pelo…la gente grita más…me agobio, este intenso sabor  se puede hasta oler, por abundante ¿será sangre, lo que llueve?…creo que me mareo…que dolor…necesito ver y no puedo… ¡ya, por favor, que cese la lluvia…!”

La joven se desvanece, con la cara morada y enrojecida, debido a los golpes. La multitud, antes enfervorizada, guarda silencio ahora, mientras el marido, el dueño, el ofendido, se acerca a ella con una piedra de gran tamaño.

Allí queda, enterrada hasta la cabeza, con el cráneo destrozado, la adultera Yasmina. Sus paisanos, sus vecinos, sus familiares, después de escupir, se retiran lentamente a sus hogares.

Se ha hecho justicia, y ha dejado de llover.

El gitano



Igual os pareceré exagerado, mas os aseguro que entre mi amplio catalogo de defectos no se encuentra la mentira.

En los cuatro días que me toco pasar en psiquiatría, por suicida, vi de todo. Aquello era dantesco…y no solo por los enfermos. De hecho, lo mas detestable que presencie en mi estancia, y que desgraciadamente ocurre, supongo con frecuencia, era ejercido por los profesionales responsables de nuestro cuidado.

Dos psiquiatras (hombre y mujer) y cuatro celadores, muy bien dotados físicamente (lógico, pues eran frecuentes las peleas). Quizás quemados por los años de trabajo, o bien por que al concluir sus estudios, comprobaron que la vida real no es un juego de la señorita pepis, ni la película de “Doctor Zhivago”. Que la sangre de verdad mancha, que los enfermos a veces se orinan encima, y además, no suelen ser simpáticos.


Dormíamos de seis en seis, hacinados en habitaciones de cuatro personas. La limpieza era inexistente, y aún por encima, se permitía fumar, tanto dentro como fuera de los cuartos. Explícale a un enfermo mental que eche las “colillas” en un cenicero, por poneros ejemplo.


Entre mis vecinos de dormitorio, se encontraba un chaval gitano, Paco. Desconozco cual era su problema, pero estaba, como vulgarmente solemos decir, como una puta cabra. Tenia, ademas, la insoportable costumbre de cantar saetas de madrugada (aun encima, mal), ante la total pasividad de los enfermeros. Con lo que ni yo, ni media planta (gritaba, el tío), podíamos dormir.


Era el único paciente que vestía de calle, sin el pijama de hospital;


- Bueno, Paco, te tienes que quitar esa ropa y ponerte el pijama- le decía, la doctora.


- ¿Si…? ¿Y quien me lo va a poner…tú..?. Los celadores, ni pío (tenia muchos primos, afuera). Háblale de normas a un gitano, y encima loco. Es una raza libre y orgullosa, como el agua, y como el viento.


 Un día, los enfermeros tramaron su triste venganza.

Yo le vi salir del baño, con la cara llena de cortes, sangrando por más de veinte heridas.
Me extrañó, pues nos estaba prohibido nos, por las cuchillas, y él, además de la sangre…iba sin barba. Entonces les oí reír;


- ¿Has visto, tío?….ja, ja, ja…como se ha puesto, el “gitanillo”…


No daba crédito. Le habían dicho que venia a verle su madre (sagrada, para un caló), y que se afeitase, dándole la hoja…sin jabón, sin nada más. Era todo una farsa.


Quise partirles la cara, a esos hijos de puta, pero no lo hice, tenia mucha calle ya. Sabía el castigo, pues cuando entré, ya me había currado con los “seguratas”. Dicho castigo consistía, como no te podían pegar, en atarte a la cama, por violento, de ocho a doce horas. Yo estuve seis…y creí morir.
Lo del gitano no lo podía dejar así, impune. Pedí ver al psiquiatra, alegando ansiedad, y fui a su despacho. Después de contarle lo ocurrido, el me miro, irónico;


- Vale, Antonio. Tengo dos opciones. Creerte, o no creerte.


- Yo no tengo ningún motivo para engañarle, doctor.


- Antonio…esos celadores llevan años aquí, ¿sabes? Ni se lo que ha ocurrido, ni me interesa. Mira, chico, y esto te lo digo como medico,la vida es así…la vida sigue…


Le interrumpí, ya serio. Me acerque a su cara…y ya, a dos palmos, le recordé;


- Claro, doctor…por eso me he intentado suicidar…por que la vida es así.

Tacto



- Cariño, ven aquí, por favor. Apaga la luz, pon la música mas hermosa que conozcas, y quédate a mi lado.

- ¿Quieres descansar, vida…?

-…Quiero que descanse mi impaciencia, que el tiempo se detenga, y llenar mis manos de belleza.

- Ya, lo que quieres es jugar.

- Cierto. Jugar es lo único que hace honesta mi lujuria, y me vuelve más persona. Si mis dedos corren torpes por tu pelo, y tiemblan, regresan a la infancia, a la ilusión, empujándome así al misterio de tu cuerpo…buscando, hasta tu boca, una respuesta a tu permiso.

-…ah…tus manos, me encantan tus manos, lo sabes…
- No son ellas, si no el magnetismo que desprenden con el roce de tu piel…

- Siempre me llevas la contraria en algo, tesoro mío…

- Eso, vida, es parte del juego.

- No dejes de tocarme…

- Ya no soy yo quien las guía…ellas se abren paso por instinto. Conocen el mapa de tu cuerpo, y buscan, por tu piel, los senderos del deseo. Del húmedo tacto de tu axila se dejan resbalar hasta tu pecho, que erguido las aguarda, casi tenso…así, una pausa en la firmeza del crepúsculo del seno y continúan, ya sin miedo, recorriendo poro a poro, exigiéndote sudor y fuego, hasta llegar a la erótica curva de tu tripa maternal, antesala del calor de tu pasión, que impaciente, las espera…y entonces, caprichosas, se recrean en la seda de tus muslos, para después subir, a su punto de encuentro, de principio y de final…donde nace el niño y muere el hombre…

- Te necesito…ven…deja de jugar…

- ¿Sabes, amor?...que fortuna tuve, en ese accidente, de perder la vista, y no las manos. Puedo imaginarme tu belleza…pero no tu tacto.