sábado, 5 de febrero de 2011

Sin venganza

                           




                            Ah, Sicilia... Bellíssima; Buena mesa, mejor vino, y ese clima tan propicio para el amor. Durante unas vacaciones en la isla se conocieron, y pronto se enamoraron. En sus playas blancas; en sus agrestes bosques, Francesca y Luca se casaron, decididos a quedarse a vivir en ese rincón del paraíso mediterráneo. Él, camarero desde chico, resolvió invertir todos sus ahorros abriendo un café en el centro de Palermo. A quienes le advirtieron sobre la “cosa nostra” les decía - muchas películas, veis vosotros -

 Ay, Luca. Pobre ingenuo; como la ilusión y los sueños, inocente.

Pronto recibió la visita de un mensajero de los Calessi, la familia que “protegía” la zona de su bar. Llegó a un acuerdo forzoso con el cobrador, que era el menor de los hijos de Mateo Calessi, el capo del clan. Una vez por semana, como un reloj, pasaba a por la minuta, haciendo casi imposible que el negocio prosperase.
Con el paso del tiempo, Francesca se fue cansando. Cuando falta el dinero, el amor cojea, y el humano siempre necesita un culpable a sus problemas; en este caso le tocó a Luca. Después de acusarlo de cobarde, le abandonó;


 - Sono stanca. Ritorno a Roma. …ciao, caro Luca.

 Poco sabía la mujer que el único temor de su marido era que a ella le ocurriese algo; desde el principio sus vecinos le advertían; “Si no quieres enviudar, paga, amigo, paga…”
Así, tras perder a su esposa, sin nada que proteger, el miedo dejo paso a la rabia y al orgullo herido, y dejó de pagar.

Una noche el local fue pasto de las llamas. Incendio provocado, sin duda; ruina total. Luca llamó al cobrador, con la excusa de hacer las paces y pedir un préstamo para rehacer el negocio. Después recortó tranquilamente el cañón de su vieja escopeta de caza; así es más difícil fallar el disparo, además, el fogonazo sale en abanico, fulminando lo que encuentra. Cuando apareció el menor de los Calessi por la puerta, vio el cañón, después el cielo (son muy religiosos, en la mafia…). Los carabineri tuvieron que reconocerle de cuello para abajo, pues de la cabeza tan solo quedaron algunos dientes incrustados en la pared.


Dolor, odio y lágrimas en el funeral. Venganza. El honor se lava con sangre, en la isla.
Cuando los matones llegaron a la casa de Luca lo encontraron, pero colgando de una soga; frío, muerto y con una irónica sonrisa en el rostro. En la mesa, un papel, que decía:


“¿Vendetta? ¡Ja…vaffanculo, Don Mateo!”

Fue la primera vez que un Calessi murió sin ser vengado.



2 comentarios:

YOLITA dijo...

Buena reflexiòn me ha dejado tu relato..
De la vida recogemos lo que hemos cosechado..
Me encantò leerte

Un saludo desde Cali-Colombia

Manuel dijo...

Jajajajaja genial, Castelo. Sonriendo ahorcado, hasta con sarna. Excelente trabajo amigo Castelo.
Un fuerte abrazo.