martes, 29 de noviembre de 2011

El barro selectivo






                              Miradme bien ¿soy una más? No lo parezco, lo sé, pero aquí estoy,  llevando mi vida a cuestas, como todo hijo de vecino. No siempre salen las cosas como uno quiere. Los sueños de juventud se esfuman con el tiempo. Las ilusiones dejan paso a las decepciones, y al final todo pasa, todo; solamente quedas tú, como destino y como final. Las parejas dejan de serlo de repente, sin aviso previo; los hijos se van, como nos fuimos todos, y la soledad, esa que siempre te acompañó, se manifiesta de pronto como única verdad.



Ahora, aquí sentada en un rincón, veo la triste realidad. Ese tipo que está frente a mi la representa; Tiene mi edad, está rodado. Canas y arrugas le presumen madurez, las mismas que en mí denotan cansancio, y quizás descuido. Los fracasos se reflejan en sus ojos, si se sabe ver, aunque luzca una sonrisa forzada y perenne. Para la gente, es un tipo interesante, con pasado y experiencia. Yo, en cambio, soy una acabada. Cuando él habla, todos escuchan atentos esperando el chiste, la queja o la frase supuestamente sabia. Si hablo yo, las miradas me esquivan, y a lo sumo, obtengo un condescendiente gesto de amable lastima. Incluso me atrevería a decir que alguna chica le observa con interés. Los chicos, en mí, ven lo que jamás quisieran ver en sus madres.


¿Igualdad? ¡Ya! dejadme que me ría; prefiero llorar en casa. Aquí, en el mundo real, yo os la cuento. Aunque somos iguales, para la gente él es el rey del bar; servidora, una triste borracha.