domingo, 30 de diciembre de 2012

El ruido de los corderos






                      



                         Se acerca esa noche en la cual el hombre rinde pleitesía al mayor enemigo de su libertad, y que paradójicamente él mismo creó. El reloj.

 La imagen recordará, inevitablemente, a las multitudes Hitlerianas que enfervorizadas esperaban las palabras del führer, no muchos años atrás.

Esta vez los uniformes son distintos. Será el disfraz de lo alegre el que se imponga, y las filas de gente han de ser aparentemente anárquicas. Risa forzada, alcohol y voces. Desorden ordenado por los medios, por el sistema y por ese consumismo programado y desmedido de la fecha obligada. La insolente felicidad desatada por el  bienestar ficticio de unos muchos contrastará drásticamente con la humillante precariedad de los menos.
  
A media noche, todos mirarán obnubilados a ese gran hermano con agujas, esperando unos metálicos sonidos que den comienzo a los doce segundos más fascistas del año, en el que todos, sin rechistar y complacidos, harán lo mismo. Comer uvas, en ordinario y patético  símbolo de sumisión.

Al finalizar, gritos de júbilo histérico y fingido pronunciaran, al unísono, la gran mentira; ¡Año nuevo, vida nueva!


No obstante, feliz año nuevo.