jueves, 7 de febrero de 2013

Vacío existencial, lo llaman







                           Quien te ha visto y quien te ve ¿Qué te ocurrió para acabar así? Caer de lo más alto es doloroso, aunque fácil; se puede hasta prever, pero amigo, quedarse en ese punto intermedio tan anodino y gris, donde ni se ríe ni se llora, es lo peor. Es el vacío.
En cierta manera la vida es como el cine; hay secundarios y principales. Gente, la mayoría, más acostumbrada a moverse en aguas tibias, planos intermedios, persiguiendo tan solo aquello alcanzable. Son los que triunfan.
Tú, en cambio, siempre fuiste líder…bueno, casi siempre. Rey de tu vida, príncipe del barrio y de la noche ¡Ah! Eras la envidia. Mimado por las chicas, jaleado por los muchachos, a tu lado la fiesta era rutina y el aburrirse tabú.
¿Cuánto se puede uno reír? ¿Y gozar? Tú conoces los límites; todos los superaste.
Llegó un momento en el que no concebías la vida sin placer. Si, corriste toda una larga juventud sin volver la vista atrás, sin apenas sufrir, sin pensar, y todo te salió a pedir de boca. Pero llegó, de repente y sin preaviso, el amor. Ah, esa chica, con lo inexperto que eras tú en eso del querer. Pronto congeniasteis. Os amabais y hacíais una bonita pareja. Ella, como era de esperar, te pidió que frenaras un poco tú vida, que te centrases. Fuiste dejando la barra, la noche, los placeres secundarios y cediste a una vida para la cual no estabas preparado. Hogar. Todo fue un sueño con fecha de caducidad. Ella, como cualquier pareja, te fue pidiendo cada día más, y tú, sin darte ni cuenta, cediste y cediste hasta perder tu propia personalidad. Las relaciones, amigo, son una lucha cuerpo a cuerpo; no puedes abusar, pero tampoco perder el pulso, como tú.
Tanto cambiaste, tan manso te volviste, que incluso ella te terminó dejando. Lógico, ya no eras quien un día la enamoró. Y ahí te quedaste, en la cuneta. Que manera de sufrir, compañero. Mordiendo el polvo del abandono, la soledad forzada, el miedo.
Cuando quisiste volver a tu pasado ya era tarde. Diez años fuera de la noche es demasiado tiempo; todo cambia, incluso uno. Ya había nuevos reyes, nuevas risas y tuviste que entrar por la puerta de atrás. Ya sabes, la del alcohol y la derrota. Con poco dinero y mucho que llorar es fácil derrumbarse, y los perdedores no son bien recibidos en ese mundo, ni en ninguno.

El pasado te dio la espalda; incluso el suicidio falló. Es tan caprichosa la muerte, que por mucho que la llames con pastillas y torpes tajos en las muñecas si no quiere venir, no viene…es mujer, al fin y al cabo. Nada, tan sólo dolor, mucho dolor. Pero aún así, fíjate lo que te digo, eras alguien ¿verdad? Si, la autocompasión reconforta. Caíste, claro, en el alcohol. Dos o tres años borracho ¿Qué más da el tiempo? Pero siempre hay alguien que se empeña en rescatarte, y estas tan débil y desesperado que en vez de mandarlo a la mierda, le sigues ¿Quién fue? Tu padre, creo; el mismo que te dijo “para salir adelante en esta vida, chaval, debes llenarla, y cuando ya no la puedas llenar tú, deja de ser el protagonista de ella. Ponte en segundo lugar; serás feliz” Que razón tenía el viejo. ¿Eh? Por eso la gente hace hijos, tiene mujer, o busca a alguien que le quiera, y en quien pensar. Te curaste. Saliste del alcohol, pero no le hiciste caso al bueno de tu padre y ahí estas, como único actor, rebuscando en un pasado que no encuentras, que ya, lo que es peor, ni duele.

 ¿Qué puedes hacer ahora? Ya nada. Tocaste los dos polos ¿cómo pedirte que te quedes en el centro? Imposible ¿Matarte? Para que, si ya estas muerto. Además, ahora mismo te falta el valor que en su día tuviste, el que da la desesperación; pero ya ni eso, amigo ¿Drogas? Sabes bien que estas tan solo potencian nuestro ánimo; si estas bien, te multiplicas, si estas mal quieres morir, pero si como tú, no estas…desapareces ¿vegetal? puede.

Tan solo una cosa puedes hacer ya, a modo de suicidio emocional; subir el volumen del televisor, para así no escuchar el incomodo silencio de tus recuerdos.